miércoles, febrero 27, 2013

No tienen prisa las palabras



Conocí a Carlos Skliar en febrero de 2010, cuando brindó una charla a varios de los alumnos y maestros que más tarde fundaríamos la Escuela Mexicana de Escritores. ¿En qué consiste la experiencia poética? Nos preguntó. Se trata, dijo, de un pasaje a través del peligro. Toda travesía lo implica.

Su afirmación me trajo a la mente que he tenido una oportunidad tras otra de comprobar que la literatura no es un juego y que efectivamente implica una amenaza. ¿Qué quieren decir las palabras? ¿Qué significado tiene el mundo?

Lo primero que, en aquella ocasión, Carlos tuvo el cuidado de informarnos, es que a él lo habitan muchas voces. Como yo no puedo acallar las que viven dentro de mí, que son básicamente las de la culpa, me preparé para un diálogo sinfónico. Y ese es justamente el peligro de la literatura: que nos abre no solamente al otro, sino a los otros y nos lleva a reconocer que nuestro Yo no es sino un mecanismo de defensa frente a la incertidumbre del murmullo general.

¿Qué somos, además de las palabras que hemos escuchado y que nos han poblado desde el nacimiento?

¿Significamos algo más que aquellas voces? Voces, como decía el poeta griego, ideales tan amadas, de aquellos que murieron, o de aquellos que han desaparecido para nosotros como los muertos. A veces hablan en nuestros sueños; a veces las escucha nuestro espíritu en el pensamiento.

La mala noticia de este singular concierto es que no sabemos qué hay detrás de todas ellas. Ya los estructuralistas tuvieron la decencia de informarnos que no hablamos un lenguaje, sino que el lenguaje nos habla. Nuestro meollo, si es que tenemos uno, se encuentra hueco, atravesado por todo aquello.  

Digamos que cada quien se halla tejido por un sinfín de otros y así hasta el infinito y más allá. ¿Qué palabras escuchar? ¿Cuáles atender?

¿Se observa por qué es peligrosa la literatura? ¿Se entiende cuál es la amenaza de la experiencia poética?

En estos miedos se encontraban yo y mis otros, aterrados, cuando Carlos nos sacó con sus palabras de aquel ataque de pánico poético.

¿Qué tipo de experiencia brinda esa peligrosa travesía? Preguntó. Se trata, dijo, de una experiencia corporal. Y entonces comenzó a contarnos que Hélène Cixous, poeta argelina, se preguntaba en “La llamada a la escritura” si habría que tener buenas razones para escribir. Al parecer, la poeta dejó sin responder dicha cuestión. Pero Carlos nos relató su travesía por ese texto: “Escribir nos atraviesa, nos toma, nos asedia y sobrecoge”. La poesía es un lenguaje encarnado. Lenguaje de las entrañas. El poeta es aquel que escribe y que lee poesía, en la que, siempre, hay (la poesía no es, en la poesía hay).

Se trata, dijo, de una forma particular del lenguaje y del sujeto. Se trata de la inversión del sujeto y de la lengua: hay voz. Como en este poema suyo:

“Mirar tiene dos ojos. También los oídos ven cuando recuerdan el golpe de una puerta, la deriva del agua hacia el estanque, el perro con tres patas, la lluvia sobre un techo indiferente. Pero quien mejor mira es la piel. Sus poros son como párpados que se abren y casi no se cierran. Son luciérnagas hambrientas de sed”.

Sus palabras me tranquilizaron. Si hay voz, entonces en el mundo existe una esperanza. Podemos desechar aquellos discursos que sobran, desoír de las habladurías, dar la espalda a todo el despilfarro de palabrerías vanas, y concentrarnos en la voz. En ella, está la unidad mínima de un poema: siempre hay voz, dijo Carlos, y citando a Henri Meschonnic, afirmó que el poema es una aventura de la voz.

A la idea de esta aventura, agregó: sólo hay voz cuando el lenguaje ha sido habitado por un sujeto y éste ha sido habitado por el lenguaje. Cuando en el lenguaje hay voz, estamos en presencia de un ir y venir entre lenguaje y sujeto, que se habitan mutuamente. La poesía tiene entonces que ver con ser habitado por voces ajenas, si es que queremos ampliar la posibilidad de lo humano. Una buena razón para leer, es ser otro. Como en su siguiente texto:

“Hay pájaros y hay cables de alta tensión. Hay manos quietas y hay bordes sueltos. Hay agua envenenada y hojas de otoño que aún no tocaron la suave mañana de su suelo. Hay niños, gatos y dientes que ya se cierran. El poema tiene hambre, olvido, nubarrones, párpados, aliento. Casi todo. Casi nada”.

Pero la voz no sólo dice algo, nos dice Carlos, y abunda en este punto: la voz se encuentra del lado de lo sensible y del cuerpo. La voz es carne, la palabra existe a partir de una voz encarnada. Nos recuerda que Zambrano insistía en que la voz tenía que ver con las entrañas. Voz entrañada. Nada más lejos del lenguaje soñado por los lógicos con su esperanto. Hay un intento en marcha, nos advierte, de librar al lenguaje de ese incómodo espesor, de lograr un lenguaje sin arrugas, la denominada lengua de los deslenguados en la que nadie se dice nada. La lengua de los ángeles sin cuerpo que, al no enfrentar la muerte, también carecen de vida.

La poética, señala Skliar, está del lado de la muerte. Nosotros, mis voces y yo, estamos de acuerdo con él, y agregaríamos que la poesía está igualmente del lado del asombro.

Y entonces aquí puede encontrarse el principal problema literario. La razón de que la poesía resulte peligrosa es que tenemos un miedo radical de morir y de perdernos. Nos da temor ser otros porque en el fondo, ingenuamente, creemos ser nosotros mismos, nos aferramos al yo. Es por tal razón que la literatura sólo abre sus puertas a quienes de un modo u otro le han plantado cara a la muerte. Y en este punto radica el secreto del ser auténtico. El yo que no se pierde en los otros, es aquel que ha tomado conciencia de su falta de sustancia, pero también el que ha entablado un dialogo fructífero con otras voces. 

Sólo el asombro puede salvarnos de los discursos deslenguados, así como de la melancolía. El asombro y la poesía nos acercan al ser auténtico.

Leyendo No tienen prisa las palabras, me entero por qué Carlos escribe, e intuyo que todos encarnamos al lenguaje. Somos carne de palabras y cuerpo del asombro. Como en este poema, también suyo:

“Suena el piano. Son dos manos que hacen descorrer el sol de este a oeste. La luz suena honda y horizontal. Como si fuera un abanico apenas abierto hacia la brisa que todavía no está, pero es. El aire se detiene de pronto en los graves. La nota final me sorprende, así: ilusionando de dentro hacia afuera”.




lunes, agosto 15, 2011

El amo revolucionario


A Hari Seldon le llaman el cuervo porque predice el desastre: como la capital del imperio se especializa en gran centro administrativo, su precio aumenta. Presa de las oligarquías que disputan su dominio se torna vulnerable e incapaz de defenderse a sí misma.

Como psico-historiador (ha creado una ciencia estadística basada en las matemáticas y la psicología de masas), Seldon anuncia la destrucción. Una nueva época de barbarie, religión y oscurantismo cubrirá a la humanidad con mayor rigor al sufrido tras la caída de Roma.


Señor taxista.- ¿A dónde lo llevo joven?

Señor de pelo largo.- A la cineteca por fas.

Señor taxista.- ¿Va a la muestra de cine alemán?

Señor de pelo largo.- A esa mera.

Señor taxista.- ¿Ya compró boletos para el Auditorio Nacional?

Señor de pelo largo.- Va a estar Metrópolis ¿no?

Señor taxista.- Sí, en pantalla gigante. ¿Ya la vio? ¿Es buena?

Señor de pelo largo.- Hace muchos años. Cómo es lento este taxista, no voy a llegar.

Señor taxista.- Dicen que es muy futurista para su época. El cine silente es distinto. Como no podían hablar, todo lo hacían con gestos. Yo siempre he tenido la duda de por qué no les ponían subtítulos como ahora, en vez de pasar los cartones de “y entonces él asesino fue detrás de la doncella”.

Señor de pelo largo.- Buena pregunta.


La destrucción podría atemorizar a cualquiera pero es deseada por extremistas como solución a una humanidad enferma y no dudan en inmolarse si con ello remueven conciencias.


Como decía Lacan, “los revolucionarios anhelan un amo”, Papa infalible que fije la norma, calca de sus certezas luminosas y redondas pues también ellos han vislumbrado lo bueno y lo malo. Son profetas. Por eso tras toda revolución la historia desemboca en dictaduras idénticas a la reacción combatida: Pinochet y Stalin estrecharon catolicismo y comunismo ateo en sociedades de simetría totalitaria.


Los anarquistas son distintos al no desear un gobierno central sino la supresión de los vínculos de dominación arrastrados desde que el mundo es mundo, pero algunos, al arrogarse la decisión sobre vida y muerte, se transforman en fascistas sin ejército, tiranzuelos. Quieren un amo pues en su fuero interno se han confundido con él.


Quienes pusieron la bomba en el Tec han perdido un tornillo. A quien trabaje para el desarrollo de la ciencia –en su rubro nanotecnológico- podrá estallarle un artefacto entre las manos. De su conducta al terrorismo hay sólo un paso, si no son lo mismo.


Cierto: la ciencia trabaja para el capital y éste no tiene amigos cuando calcula sus ganancias. Pero Marx tenía muy clara la diferencia entre el lugar llamado a ocupar en la estructura y la persona: los empresarios son inocentes de la explotación cometida en nombre de la maquinaria pues al defenderla apuntalan su precaria identidad. Marx los consideraba tan alienados como el proletariado. En tal sentido era un humanista.


Así lo entendieron Fritz Lang y Thea von Harbou, su mujer, cuando al escribir el guión de la película “Metrópolis”, comandaron su mensaje a través de la frase brújula “el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”. La escena en la cual la maquinaria se transforma en el Dios Moloch sediento de sacrificios es formidable.


Pero si el terrorismo del capital (destrucción de culturas vivas pues “el pez grande se come al chico”) puede separarse de los individuos que en su nombre lo cometen, también el dirigido por loquitos antinanotecnológicos contra científicos inocentes es producto de una sociedad enferma. Estamos cosechando dementes como el noruego Breivik o los dirigentes del Club del Rifle norteamericano.


Señor taxista.- Dicen que se trata de una sociedad del futuro donde los ricos viven arriba y los pobres en subterráneos, chingándose. ¿Como la nuestra no? Y que todo está a punto de destruirse.

Señor de pelo largo.- Igual que aquí.


La ciencia ha dejado de ser autoridad no solamente a los ojos de extremistas pone bombas, sino a los de la reacción religiosa norteamericana que extiende su influjo en la capital del mundo financiero. El creacionismo tan presumido por Sarah Palin se ha cernido como cáncer en los estados atrasados de la Unión, fundando “museos” dónde se explica a los niños que la Biblia y su verdad revelada sobre la aparición del mundo en 7 días no se contrapone a la ciencia –y entonces en sus salas puede observarse a dinosaurios paciendo sonrientes junto a los hijos de Abel. El darwinismo es un cuento de hadas y las ideologías y el fanatismo se lanzan a una nueva cruzada.


El común denominador entre creacionistas, Osama y los rebeldes londinenses: la apropiación de un dios-norma absoluta. ¿Sólo algunos son dueños del consumo? Impongamos nuestra ley, pensaron jóvenes furiosos lanzándose a las calles para apropiarse de lo ajeno.


La sociedad está siendo incapaz de transmitir a sus integrantes la posibilidad de hacerse de un lugar propio. Si bien el individuo es un triunfo civilizatorio, sólo está preparado para afrontar el reto quien ha pertenecido a una familia funcional en la trasmisión de una individualidad normalizada. Así lo han visto Philippe Julien y Danny Robert-Dufour y tal es el reclamo, mal encaminado, de los adolescentes londinenses o los creacionistas al abrazar el integrismo religioso o el anarquismo mesiánico.


Nadie puede hacerse justicia por propia mano y por tanto hace bien el gobierno inglés en llevar a juicio a saqueadores. Hará bien el mexicano cuando atrape a quienes pusieron en riesgo la vida del docente del Tec. Pero hacen mal al desoír el mensaje simbólico tras los exabruptos criminales.


La derecha acusa al Estado de bienestar por los problemas de la juventud. Como le ha otorgado todo gratis –“no regales el pescado, enséñale a pescar”- no está hecha al esfuerzo y autodominio. Echada a perder merece educación militar o correctiva.


A contracorriente se adelantan teorías menos burdas: no sobra sino falta Estado de Bienestar. Ha dado subsidios pero no trabajos de calidad ni horizontes de futuro. Si los rebeldes o reaccionarios sueñan un padre todopoderoso, lo simbolizado es la falla en las familias: se vive una crisis de la función paterna. Los jóvenes ingleses de la periferia estarían exigiendo un padre que al castigarlos les demuestre su amor.


De no escuchar el mensaje las sociedades se tornarán policiales. El terrorismo podría encender y como bien dijera Lacan: “Lo que quieren los revolucionarios es un amo. Lo tendrán”. Ya Estados Unidos tiene encerrado a uno de cada cien ciudadanos.


Ante el inminente retorno a la barbarie, el psico-historiador Hari Seldon ha adelantado la creación, en lo más extremo de la Galaxia, de una colonia científica encargada de elaborar la enciclopedia de todo el saber de la humanidad. Su labor reduciría el periodo de oscuridad varios miles de años. Dicha colonia ha sido llamada “Fundación”.


Señor taxista.- ¿Usted cree que la raza humana se extinguirá o más bien nos vamos a ir por allí a Marte y luego a Júpiter?

Señor de pelo largo.- No nos va a dar tiempo.

Señor taxista.- Pero el problema del agua se solucionaría con nuestra tecnología.

Señor de pelo largo.- ¿Sabrá este señor lo que se dice de los amos del agua? No. Yo tampoco creo en teorías de la conspiración: nuevos feudos apropiados de las reservas para cuando estalle la crisis.

Señor taxista.- ¿Usted piensa que van a dejar que el agua se acabe? Como cree, gente poderosa como Slim nos va a salvar.


jueves, agosto 04, 2011

Anders Breivik, nuevo Cruzado en busca de su esencia

I


La masacre cometida por el noruego Anders Breivik trajo de vuelta los fantasmas del totalitarismo contra la democracia, los derechos humanos y la ilustración, guerra dirigida por quienes ven en “la diferencia” una amenaza a sus raíces más sagradas, las únicas capaces de conservarlos como en formol, idénticos a sí mismos.


Pese al disfraz derechista que se ha colgado, tras el estallido criminal de Breivik se encuentra una llamada de auxilio por mayor democracia y mejores y más sofisticados mecanismos de acción afirmativa. Algo así como las palabras marcadas en el estómago de la Regan MacNeill de El Exorcista.


Su abogado, conocido defensor de los derechos humanos a quien Breivik acudió porque “todo mundo tiene derecho a una defensa justa”, lo ha declarado loco. La línea entre locura y fanatismo es tan tenue, que no resultará fácil para el jurado decidir.


Nadie en su sano juicio escribiría los disparates por él defendidos o llevaría al acto su delirio. Las mil quinientas páginas que compendió en su “Declaración Europea de Independencia”, están repletas de las más absurdas teorías de la conspiración, ninguna de las cuales soportaría el menor análisis: invasión árabe a Europa, complot internacional con participación norteamericana para convertirla en “Eurabia”, asechanzas de marxistas leninistas para acabar con la diferencia entre los sexos, corrección política como nueva ideología totalitaria.


Ideas absurdas que, sin embargo, podrían llegar a prender en una población necesitada de chivos expiatorios culpables de su desempleo y falta de oportunidades, de su imposibilidad para insertarse entre los “ganadores sociales”. Breivik ofrece un manual idóneo.


Quizá el poeta y ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger enunciaría al noruego como ejemplo de lo que llama, en un ensayo aparecido en 2007, “perdedor radical”:


“…mientras está solo (y está muy solo) no anda a golpes por la vida; antes bien, parece discreto, mudo: un durmiente. Si alguna vez llega a hacerse notar y queda constancia de él, provoca una perturbación que raya en el espanto, pues su mera existencia recuerda a los demás que se necesitaría muy poco para que ellos se comportasen de la misma manera. Si abandonara su actitud, quizá la sociedad incluso le ofrecería auxilio. Pero él no piensa hacerlo, y nada indica que esté dispuesto a dejarse ayudar”.


Pero en cierto punto el noruego rubio de cepa y ojos verdes se separa de la descripción: “Por fin, el perdedor radical, tal vez un padre de familia sexagenario o un quinceañero acomplejado por el acné, es amo de la vida y la muerte. Después, se ajusticia a sí mismo”. Breivik no lo hizo. Quiso sobrevivir, disfrutar de su estrenada fama y seguir por la red los ríos de tinta descongelados a partir de su violencia.


En literatura, pocas veces se ha hecho un retrato tan nítido de la locura asesina como el delineado por Patrick Suskind en “El Perfume. Historia de un asesino”:


“La solitaria garrapata, que se encoge y acurruca en el árbol, ciega, sorda y muda, y sólo husmea, husmea durante años y a kilómetros de distancia la sangre de los animales errantes, que ella nunca podrá alcanzar por sus propias fuerzas” ... “Igual que esta garrapata era el niño Grenouille. Vivía encerrado en sí mismo como en una cápsula y esperaba mejores tiempos. Sus excrementos eran todo lo que daba al mundo; ni una sonrisa, ni un grito, ni un destello en la mirada, ni siquiera el propio olor”.


Tanto Grenouille como Breivik andaban en busca de un olor, una esencia extraviada y en persecución de lo cual cometieron sus asesinatos. Una vez realizados, Hans Magnus describe en su ensayo las opiniones a expresarse una y otra vez por la clase política:


primero manifiestan su conmoción, y finalmente se decide que se trata de un caso singular. La conclusión es correcta, porque los autores de tales crímenes son personas aisladas que no han logrado relacionarse con ningún colectivo. Y al mismo tiempo es errónea, porque a la vista está que existen cada vez más casos singulares de ese tipo. El hecho de que se multipliquen permite concluir que hay cada vez más perdedores radicales”.


Cierto: su cada vez más frecuente irrupción debe preocuparnos. Pero hay algo más: desde el 2007, año en que escribiera su ensayo, Europa ha sido abrazada por los éxitos de una derecha agresiva in crescendo. Por tal razón el mundo se lo ha tomado en serio.


La ilustración, que puede definirse como la aceptación de una pérdida, la entrada a la adultez de una humanidad obligada al abandono de certezas absolutas, se encuentra amenazada. El paraíso perdido es lo que el compendio de Breivik, tanto como los partidos radicales de derecha, añoran.


II


¿Qué buscaba el asesino al matar a tantos jóvenes comprometidos con la política de su país, crema y nata de las juventudes social-demócratas noruegas? Al igual que Jean-Baptiste Grenouille, los vikingos, o los descabezadores michoacanos y morelenses, “algo que le hiciera más fuerte”.


Lo simbólico de “la falta” fue retratado de forma inmejorable por Jean Genet en su obra Las Criadas. Dicho drama está basado en un hecho real: dos sirvientas francesas de excelencia mataron a sus amas cuando un corte de luz les impidió seguir planchando. La policía encontró los cadáveres descuartizados, las bragas bajadas, profundos tajos en vientres y muslos. “Buscábamos algo que nos hiciera más fuertes”, respondieron. Por supuesto estaban locas, pero todo sicario o asesino serial comparte dicha insensatez.


Sartre y Simone de Beauvoir participaron en el proceso seguido a las criadas defendiéndolas como producto de la explotación de varias generaciones. El argumento de Jaques Lacan, psicoanalista francés, fue más sutil, era necesario creer a pie juntillas la explicación por ellas brindada, andaban “buscando algo” no interiorizado: “el deseo”. Tal faltante las separaba de los demás seres humanos. Encerradas en sí mismas, se habían enamorado de sus amas, quienes hubieran deseado ser. La asesina enamorada de Selena actuó del mismo modo.


Para comprender la añoranza de Breivik, basta leer su compendio y hacer con él algo que su autor odiaría. Deconstruirlo: el asesino noruego es un ignorante que ha leído mucho. Ha revisado cuanta literatura pudo encontrar contra el revisionismo marxista. Si sigue siendo un bruto es porque quien se pone a salvo de la crítica y evita insertarse en el circuito de la academia y sufrir así el destino y suerte de sus teorías, no aprende nunca del error. Breivik quiso brincarse todo ese “molesto” expediente y ser leído por millones a partir de su estallido criminal.


Ideas que atribuye a Marx y a sus continuadores en realidad pertenecen a la tradición filosófica representada por Descartes y Kant. Es frente a estos últimos y contra toda la tradición filosófica y científica que el discurso de Breivik se posiciona. ¿Delirios de grandeza?


Cristiano integrista, macho conservador, las mujeres a la casa y los hombres a las fábricas. Ningún niño fuera de matrimonio y el establecimiento irrestricto de la diferencia entre los sexos (una diferencia del medioevo, además). Obsesionado contra la deconstrucción filosófica de textos y teorías, Breivik observa como amenaza la incertidumbre que cree generada por el marxismo.


Pero dudar de cuanto nos rodea fue un método introducido en la filosofía por Sócrates y replanteado junto al nacimiento de la ciencia por Descartes: supone como bien observó Heráclito, un hombre-río que fluye siempre.


Así, el hombre del renacimiento y la ilustración debe desprenderse del saber y tutela de un padre omnipotente representado por el monarca, el Papa, o el señor feudal, para convertirse él mismo en su propio legislador, haciendo suya la conciencia que las religiones administraban cuando la humanidad sufría su infancia.


Más tarde Shopenhauer y Nietzsche (éste último se volvería a morir si lo llamaran comunista) pudieron aceptar tal vacío existencial. La posmodernidad ha tomado de ellos su consigna: estamos solos y no existe religión ni ideología capaz de sostener nuestros saberes. El hombre está en constante transformación y ello es una experiencia enriquecedora: puede recrearse a sí mismo y orientar los cambios en su beneficio.


Ante la falta absoluta de certezas, los posmodernistas pregonan el lanzamiento al vacío del hombre en busca de su identidad. Tal salto, para muchos posible cuando “se desea”, aterra a otros cientos de miles que no quieren sino conservarse idénticos a sí mismos y a sus padres, y ven en la vuelta a la religión única, a la raza o al espíritu la salvación posible. Pero como tal retorno no es alcanzable mientras existan apóstatas, herejes o infieles –y por otra parte no será alcanzable nunca más- su primer deber es erradicarlos.


Breivik ha enseñado al mundo que no solamente los musulmanes de la yihad son incapaces de subirse al tren de la modernidad y por el contrario, encontrarse dispuestos a matar a quienes llaman “hijos del diablo”. El primer cruzado del mundo moderno podría estar brindándonos una enseñanza fundamental a pesar de lo trágico de los acontecimientos: la dificultad de los propios europeos para dar el salto. ¿Quiénes son estos sujetos incapaces de lanzarse al vacío?


III


Hasta un 20% de la humanidad padece depresión y toma drogas legales o ilegales. Millones de personas vagan de un lado a otro como personajes de una película de Todd Solondz (“Bienvenido a la casa de las muñecas”, “Happiness", “Storytellings”, “Palindromes”). Inadaptados, víctimas de bullying, marginados de sociedades individualistas que exigen demasiado a sus integrantes, rechazados por esa falta “de olor”, de la posición mantenida por quienes efectivamente detentan lo que la sociedad requiere: un deseo propio.


La humanidad se estaría dividiendo en dos partes. Por un lado, quienes han hecho suya la ley social y se han dado un lugar (así sea como integrantes frívolos de los mercados), y los otros, los que no entienden cómo se logra, outsiders perdedores eternos, solitarios incapaces de hacerse incluso de una pareja, de un deseo propio. Más o menos entre ambos bandos –pero dirigiendo su discurso incendiario a los segundos- las derechas radicales evocan el retorno a nuevos fanatismos, a padres todo poderosos en quienes poder salvarse. El creacionismo contra la ciencia.


En su excepcional ensayo Los desconciertos del individuo-sujeto, Dany-Robert Dufour hace un recuento de las dificultades enfrentadas por el individuo:


“En nuestra época, la de las democracias liberales, todo descansa, a fin de cuentas, en el sujeto, en la autonomía económica, jurídica, política y simbólica del sujeto. Pero al lado de las expresiones más pretenciosas de ser uno mismo, se encuentra la mayor dificultad de ser uno mismo” … “la aparición de fallas psíquicas, la multiplicación de actos de violencia y la emergencia de formas de explotación a gran escala … nuevas formas de alienación y de desigualdad”.


Nada indica que todos los individuos estén preparados para cumplir con la exigencia del proyecto emancipador de las democracias liberales. Que uno de cada cien norteamericanos esté tras las rejas (casi cuatro millones) o los actos cada vez menos aislados de masacres a jóvenes, son síntomas de una grave enfermedad en sectores sociales nada periféricos. Algo –la ley del deseo- no se está transmitiendo de generación en generación. Miles de personas sufren indeciblemente y uno que otro en que tal falta es mayor, puede llegar a pensar en el asesinato como una solución a su añoranza.


Breivik está loco. En su delirio puede leerse un gran terror a la sexualidad y capacidad de las mujeres, a quienes querría ver de vuelta en los hogares, cuidando a los niños. Al tiempo de exigir que ningún hijo nazca fuera de una familia, lanza un reclamo -típico infante incapaz de madurar- a su padre ausente “cuando él entró a la edad de los graffitis” (tales palabras son suyas). La deconstrucción de los sexos vislumbrada como complot trotskista en las universidades, podría tener que ver con una elección sexual que le fue imposible realizar, permaneciendo estanco en la infancia.


Breivik está loco pero no sólo. Si su lucha tuvo eco en las derechas radicales, es porque sus integrantes andan como él, en busca de una esencia perdida. La avanzada sociedad Noruega tarde o temprano deberá entender el reclamo detrás de tal locura. Si lo hace, se pondrá en ruta para instituir los mecanismos que eviten a otros niños convertirse en asesinos y lanzarse a las calles con armas de alto calibre. Deberá coadyuvar con todas las familias en la transmisión de la “ley del deseo”, aroma propio faltante a Breivik.


No andan tan mal los noruegos con su loco solitario. Aquí en México todo secuestrador y cortador de cabezas es más o menos un Anders Breivik sin ideología delirante.


lunes, junio 20, 2011

De nuevo Antígona. La voz tras el soldado Manning



Su tragedia se actualiza cuando un hombre o una mujer, a partir de su propia interpretación de las leyes de la conciencia (de la escucha a la voz interior, diríamos) desobedece las de los hombres. Así aconteció con Sócrates, Jesucristo, tantos santos mártires, Juana de Arco de quienes tuvo modelo, Giordano Bruno, y a punto Galileo –se salvó al decidir para sí mismo, sin embargo se mueve. La historia escribirá si Bradley Manning, el analista de inteligencia que puso en peligro su vida al entregar a Wikileaks cientos de miles de documentos reservados y secretos sobre las guerras de su país en oriente medio, pasará a la historia como uno de estos personajes. Mártir o Visionario.


Antígona fue la más piadosa de los hijos de Edipo. Cuándo su padre fue al exilio tras conocer su sino terrible, ella lo acompañó. Más tarde regresó a Tebas encontrándola desgarrada por una guerra fratricida. Sus dos hermanos disputaban el gobierno. Eteocles lo había hecho suyo faltando a la palabra brindada a su hermano: gobernarían por turnos. Polinices reunió el ejército de los siete y atacó. Ambos murieron en el campo de Batalla, y Creonte, hermano de Yocasta, subió al trono. Ordenó, bajo pena de muerte al desobediente, abandonar sin sepultura los restos de quien atacara su ciudad, condenando a vagar sin descanso a su alma. El desenlace es conocido: Antígona desafió las leyes del reino por cumplir las de los dioses. Enterró a su hermano y ganó con ello la muerte. De nada sirvieron los ruegos de todo un pueblo.


Una voz nos habla e indica lo que es menester. La imaginación la ha representado con rostros diversos. Un ángel, un grillo, un monolito gigante llegado a la tierra para brindar su mensaje a los hombres, siempre primitivos en su recepción. Joseph K, angustiado por su periferia a la ley, incapaz de escuchar a sus representantes paga con su vida. Escucharla en demasía o serle sordo desencadena la tragedia.


Creonte.- ¿Y a pesar de ello, te atreviste a transgredir estos decretos?

Antígona.- No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la justicia que vive con los dioses de abajo quien fijó tales leyes a los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno. Sabía que iba a morir, ¿cómo no?, aún cuando tu no lo hubieras hecho pregonar. Y si muero antes de tiempo yo lo llamo ganancia. Porque quién, como yo, viva entre desgracias sin cuento, ¿cómo no va a obtener provecho al morir? Así, a mí no me supone pesar alcanzar este destino. Por el contrario, si hubiera consentido que el cadáver del que ha nacido de mi madre estuviera insepulto, entonces sí sentiría pesar. Ahora en cambio no me aflijo. Y si te parezco estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una locura.


Manning consideró su deber informarnos sobre la verdadera naturaleza de las guerras en medio oriente. No cobró un solo dólar por la información brindada y ahora paga encerrado en una celda sin luz, veintitrés horas al día, aislado y desnudo “para evitarle atentar contra su vida”. La dureza en condiciones de su encierro han intentado justificarse por la gravedad de los cargos levantados por el ejército ha contra él. “Ayudar al enemigo” podría costarle la vida. “Enemigo” … eufemismo para referirse a todos nosotros.

Gracias a Bradley Manning sabemos que Estados Unidos permitió a las fuerzas iraquíes aliadas practicar la tortura para obtener información beneficiosa a su causa –la de la “democracia y los derechos humanos”. Observamos cómo el General Petraeus, actualmente responsable de la fuerza multinacional en Afganistán, obtenía el compromiso del Presidente de Yemen, de responsabilizar a su país del bombardeo realizado por Estados Unidos a una supuesta base de entrenamiento terrorista. Amnistía Internacional reportó la muerte de catorce mujeres, veintiún niños, y catorce supuestos terroristas.


Creonte.- Por querer asolar esta tierra, el otro enfrente la defendía.

Antígona.- Hades, sin embargo, desea leyes iguales.

Creonte.- Pero no que el bueno obtenga lo mismo que el malvado.

Antígona.- ¿Quién sabe si allá abajo estas cosas son las piadosas?

Creonte.- El enemigo nunca es amigo, ni cuando muera.

Antígona.- Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor.

Creonte.- Vete, pues, allá abajo para amarlos, si tienes que amar, que, mientras yo viva, no mandará una mujer.


“Seguiremos diciendo que nosotros lanzamos los cohetes”, subraya el presidente yemenita en un cable. No es para mentir que brindamos a nuestros gobernantes facultades de reservar y hacer secreta información de origen pública. Cuando las razones se hacen indefendibles, los gobiernos las ocultan. Decimos con Habbermas: sólo la discusión de los argumentos del gobierno funda la democracia.


Pero otra voz podría nombrarnos ilusos. Los gobiernos no son de ustedes, sino de quienes detentan el poder dirigiendo los resortes. ¿Quieres hacerte el mártir? Anda y ve, Cristo. No hay voces del espíritu sino poderes de facto. Se trata de la vieja discusión entre Sócrates y Calicles. El poder de las razones victimado por las razones del poder, poco después, con la muerte del primero.


¿Existe en verdad una conciencia? ¿Una ética a priori más allá del poder y de las leyes interpretadas por los poderosos, que pueda guiar nuestras acciones y nos permita decir que Bradley Manning hizo lo correcto? Nuestras sociedades están basadas en su escucha.


Kant quiso fundar a partir de esa voz un sistema para distinguir, en cada disyuntiva, lo propio de lo impropio. El redactor de la fenomenología del espíritu –su escucha, su médium- identificaría más tarde en el sistema ideado por kant deficiencias graves. Y es que Hegel fue el Einstein de la filosofía: no sólo existe la conciencia sino el espíritu. Será duro para cualquiera intuir lo correcto si las leyes de su ciudad deciden lo contrario. Diríamos que la conciencia es relativa al mundo. Pero su relativismo no llegó al grado de extraviarse en el sin valor. Las sociedades avanzan, y siempre habrá naciones poseedoras del grado más avanzado del espíritu. La escucha más afinada de su voz.


Daniel Ellsberg quiere verlo de ese modo. El héroe que filtrara en 1971 los célebres papeles del Pentágono, dando a conocer los crímenes de la guerra de Vietnam y las mentiras difundidas por cinco gobiernos para mantenerla, fue acusado por Nixon como traidor y llamado “el hombre más peligroso de América” por Kissinger. Se salvó de la cárcel pues Nixon y su gobierno cayeron primero. Gracias a su valor, la guerra finalizó. Ha estado al tanto del estado de salud de Bradley Manning y le hizo llegar uno de sus libros. A sus 89 años, no deja de llamar a la ciudadanía a difundir, de conocerlas, las mentiras y abusos del gobierno. A escuchar la voz de su conciencia.


Preguntado recientemente por las condiciones del encierro de Manning, el presidente Obama refirió que éste había violado la ley. “I can’t conduct diplomacy on an open source. That’s not how… the world Works”. No deja de ser curioso el uso de un término de tan alto prestigio, tan lejos de los corporativismos y tan cerca de la genuina democracia. Open source. Abramos las fuentes. Que no pueda conducir la diplomacia de una forma transparente y abierta es discutible, pero lo es más que como ciudadanos no tengamos derecho a dar a conocer al mundo, cuando tengamos acceso a los hechos, el doble discurso de quienes dicen representarnos. Gente inocente está muriendo debido a sus guerras de artificio, armadas a partir de pesadillescas engañifas de destrucción masiva.


Antígona.- ¿Qué te hace vacilar en este caso? Porque a mí de tus palabras nada me es grato –¡que nunca me lo sea!-, del mismo modo que a ti te desagradan las mías. Sin embargo, ¿dónde hubiera podido obtener yo más gloriosa fama que depositando a mi hermano en una sepultura? Se podría decir que esto complace a todos los presentes, si el temor no les tuviera paralizada la lengua. En efecto, a la tiranía le va bien en muchas otras cosas, y sobre todo le es posible obrar y decir lo que quiere.


“He broke the law” quiso finalizar, pero lo cierto es que él, Obama, puede definir qué tanto ha violado el analista la ley. Y es cierto, además, porque aún llevado a juicio y declarado culpable, siempre restará el recurso al indulto presidencial. Pero si Manning hizo lo correcto, ¿de dónde surge la voz de la conciencia?


Ello parecía una broma a Calicles: Dime, Sócrates, ¿debemos pensar que hablas en serio o que bromeas? Pues si hablas en serio y es realmente verdadero lo que dices, ¿no es cierto que nuestra vida, la de los humanos, estaría trastocada y que, según parece, hacemos todo lo contrario de lo que debemos?


Durante esos dos mil quinientos años algo hemos avanzado, lentamente, con caídas y retrocesos. La victoria de los derechos humanos en el constitucionalismo moderno es la mejor prueba. Su combate por comandar las relaciones entre los hombres es permanente frente a los argumentos de quienes creen en el blanco y negro, en razones de Estado, en pretextos para el ocultismo y la secrecía, en la guerra.


Que los gobiernos puedan tener secretos no significa darles carta abierta para ocultar crímenes. Las razones de quienes, como Vargas Llosa o Savater, observan a Wikileaks como un enorme chismógrafo anarquista, subrayan una parte de la polémica generada por su activismo, la cual ciertamente debe considerarse, pero desde mi punto de vista resulta menor frente a otra más importante: los actos injustificables e indignantes descubiertos por dicha asociación. Que Hilary Clinton pregunte a su embajador en Argentina si Cristina Fernández está loca o no, puede decirme algo sobre el respeto de Estados Unidos hacia ese pueblo y la manera de orientar las relaciones diplomáticas con esa nación. Podría incluso alertarme sobre el estado de salud de la mandataria, o como Italiano, algo del modo en que la comunidad internacional valora a Berlusconi. Son noticias cuya importancia es cuestionable. Pero si estos chismes se filtran junto al video de un piloto norteamericano masacrando inocentes y reporteros, o a noticias de torturas o asesinatos selectivos perpetrados por el ejército multinacional en Afganistán, debo por fuerza analizar estas últimas. No deja de ser síntoma importante de su mirar, sorprender a un Vargas Llosa atrapado en el influjo mediático que denuncia e incapaz frente a lo urgente de atender: las violaciones a los derechos humanos cometidos por funcionarios norteamericanos de primer nivel.


No existe bien mayor, no debe haberlo, al de los derechos humanos. Si queremos evitar en un futuro la repetición del episodio fascista (el de la Alemania nazi o el de los campos de exterminio soviéticos), tal como se replica en eventos cada vez menos aislados esgrimiendo razones de seguridad pública o guerra contra el terror, debemos comprometernos con su defensa sin concesiones.


En Estados Unidos los derechos presentan un avance considerable -sin negar las desigualdades materiales que atraviesan su territorio y paradójicamente forman la base de sus derechas. Los jueces defienden los del ciudadano norteamericano y cuando asumen la defensa de la Constitución, la entienden basada en una teoría moral cuyo postulado básico es que los hombres tienen derechos morales en contra del Estado, los cuales no pueden ser objeto de comercio político. No puede medirse con un rasero distinto a nacionales y extranjeros ni es excusable llorar la sangre inocente derramada en suelo norteamericano y justificar la vertida en suelo iraquí, yemenita o afgano. Frente a criterios de utilidad pública y contra ideas del puro deber (imperativo categórico kantiano), optamos por una teoría política basada en derechos, anteriores a toda ley, a salvo del intercambio y del cálculo de intereses sociales. No se justifica la muerte de inocentes, ni la detención de quienes denuncian tales asesinatos, por más justa guerra o elevado el ideal. Tal es el más avanzado y perfecto resultado que hemos hecho de la voz. En esto consiste tomarse los derechos en serio. Y con ello, Dworkin –pues a su teoría nos estamos refiriendo- llega aún más lejos. Los gobiernos respetuosos de los derechos y libertades del hombre deben “prescindir de la aseveración de que los ciudadanos jamás tienen derecho a infringir sus leyes”. Para Dworkin la desobediencia a la ley parece un rasgo distintivo de todo derecho fundamental verdadero: desobedecer la norma vulneradora de nuestro derecho es hacer patente que somos sus titulares. Si el gobierno no se toma los derechos en serio, entonces tampoco se está tomando con seriedad el derecho.


Obama se juega su prestigio histórico. No solamente con la persecución de Assange, o por la forma de incriminar y juzgar antes de juicio al soldado Manning, presunto culpable. Recientemente, la revista de la Sociedad Americana de la Constitución (Harvard Law and Policy Review) urgía a las autoridades a ser cautelosas en el caso Assange. Al respecto recordaba el modo como el tribunal supremo estadounidense había optado por permitir la divulgación de “los papeles del pentágono” filtrados por Ellsberg. Días más tarde, esta misma revista denunció los abusos en el caso de Manning. El Presidente Obama, comandante en jefe de las fuerzas armadas que le juzgarán en calidad de jueces y jurado, pronunciando su culpabilidad -“He broke the law”- señala los intereses políticos que acechan a la justicia.


Obama también se juega su prestigio histórico al no escuchar las similitudes existentes entre la persecución de Stalin o Mao a los burgueses irredentos, exterminios selectivos en nada diferentes a las matanzas de su ejército dirigidas contra supuestos terroristas a quienes sin juicio asesina al lado de mujeres y niños. Wikileaks lo muestra y el gobierno de Obama lucha por ocultarlo, persiguiendo a fundadores, donadores y colaboradores de esta forma de la libertad de expresión que es la denuncia. El coro como conciencia del mundo, pidiendo la salvación de Antígona, de nuevo, como cuando Hemón, hijo de Creonte y prometido de la acusada, rogó por su vida.


Hemón.- Padre, los dioses han hecho engendrar la razón en los hombres como el mayor de todos los bienes que existen. Que no hablas tú estas palabras con razón ni sería yo capaz de decirlo ni sabría. Sin embargo, podría suceder que también en otro aspecto tuviera yo razón. A ti no te corresponde cuidar de todo cuanto alguien dice, hace o puede censurar. Tu rostro resulta terrible al hombre de la calle, y ello en conversaciones tales que no te complacerías en escucharlas. Pero a mí, en la sombra, me es posible oír, cómo la ciudad se lamenta por esta joven, diciendo que, siendo la que menos lo merece de todas las mujeres, va a morir de indigna manera por unos actos que son los más dignos de alabanza …


Obama no escucha la voz. Se le ha presentado de formas diversas. La más celebrada le fue cantada hace poco mientras comenzaba uno de sus discursos: “Solo en una celda de 6 x 12 pies se sienta Bradley, 23 horas del día a la noche. La 5ª y la 8ª octava enmiendas dicen que esto no esta bien, pagamos nuestras cuotas, ¿dónde está nuestro cambio?”, entonaba una mujer y coreaban sus acompañantes. Pero Obama no ha escuchado, ha sido incapaz como Creonte ante el adivino Tiresias, quien ante su sordera le presagió desdichas. Cierto, el analista fue trasladado a otra prisión, de menor aislamiento, pero los cargos contra él siguen acumulándose y el juicio aún no comienza. La muerte de Osama Bin Laden -asesino terrorista a la par de Hitler, Stalin o Truman- hará más sordo al presidente norteamericano. Este éxito de su política antiterrorista, sin embargo, no exonerará sus faltas.


Nuestro derecho a la denuncia se juega en el juicio a Bradley Manning, muchacho que a los 22 años la hizo suya, hablante de los derechos, representante de la ley.


¿No escuchas la voz? Aguza el oído pues nos está hablando a todos, cada segundo, en los rincones, luces y sombras del mundo.



(Este ensayo también fue publicado en el blog de la revista Los Suicidas)


Quemar las naves. Una escuela de escritores se va de la SOGEM

Algunos de nosotros estábamos a punto de graduarnos. Todo aquel que haya terminado el diplomado brindado por esta escuela, sabe lo difícil que es lograrlo. Se trata de una prueba de resistencia contra los miedos y temores de todo escritor en ciernes. ¿Tengo algo que decir? Retos y maestros cada vez más exigentes, la entrega de una obra de teatro, el primer capítulo de una novela, lectura de libros enteros por semana, el oficio de escribir.

Tenemos algo que decir, pero nos da miedo. Todo ser humano posee el don de lo enunciable, pero no necesariamente el cómo. Una escuela de escritores tiene la función de enseñar el secreto, brindar la llave de las experiencias.

Sólo aquel que cruzó completo el diplomado puede observar en panorámica la manera en que sus materias y profesores fueron tallando el milagro: te van formando una escucha y arrojando al ruedo. Escribir es un oficio.

Quienes no han terminado el diplomado, pueden no obstante intuir dicha visión. Aquí, algo se produce, reverberante, sónico, y sus ecos golpean en las butacas, aulas y pasillos, dirigiendo un ritmo. Hallamos entonces el hilo de Ariadna y fuimos halando de él.

Nunca pensamos que la guía, nos llevaría finalmente a la fundación de una nueva escuela. Se trata de un asombro. ¿Pero qué de la literatura no lo es?

Queríamos defender el plan de estudios que Mario y los restantes maestros habían llevado a la práctica. Nos parecía injusto que por mezquinas cuestiones monetarias, a mitad de semestre, se estuviera despidiendo en la forma que se hizo a un excelente profesor y a un director capaz en todo lo académico, pero acusado en lo administrativo. “Las cuotas deben pagarse” gritaban los defensores institucionales.

¿Y las becas? ¿Dónde estaban las becas para los alumnos que habían demostrado talento y falta de recursos económicos? ¿A qué se había destinado el subsidio que en años recientes brindara el CONACULTA? Porque el Director no las brindó. No pudo. Obligado por la directiva de la institución, brindar becas era exactamente lo contrario a la tarea que se le había encomendado. Mario en consecuencia no permitía que olvidáramos nuestra deuda y reforzaba la exigencia del pago condicionando la entrega del diploma. Cada uno de los deudores terminaba por firmar un convenio. No existe una deuda. Existe un crédito.

Ahora bien, no atendió, no podía atender, la solicitud de negar la entrada a los deudores. ¿Qué es más importante en una escuela como ésta? ¿El pago o la enseñanza? Somos la Escuela de Escritores de la SOGEM, veinticinco años hemos cumplido la tarea de difundir la cultura, y respecto a la misma, sólo a personas que no la aman puede ocurrírseles la idea de poner un torniquete en la entrada de nuestra escuela.

Pues bien, las razones esgrimidas por la directiva de la institución fueron, absurdamente, económicas. O los alumnos pagan o el director está de sobra. Después, a destiempo, siempre en lo mediático y evitando el diálogo que maestros y alumnos demandamos, fueron aducidas otras más burdas. Secundarlas da testimonio de la incredulidad de la SOGEM misma respecto a tales razones.

Para juzgar, tuvimos que reunir antecedentes. Hace dos años, también, se despidió al Director en turno y se intentó desprestigiarlo. La directiva nunca dio la cara. En esta ocasión exigimos nos fueran expuestas las razones del despido. Una carta. Espera y nuevos hechos increíbles. La imposición de director y el desconocimiento del Reglamento Interno que toda escuela debe tener porque ¿quién puede aspirar a regular la vida de un plantel sin normas que todos conozcan y se comprometan a respetar? Silencio. Otra carta. Más silencio. Nuestro mundo, el de la SOGEM, es el de la lucha del hombre como lobo del hombre. Sin juicios, sin procedimientos claros, sin investigaciones inconcusas, se apela a la disminución del otro por la fuerza y a base de silencios rumorosos de desprecio. No podíamos permitirlo.

Y entonces, estos acontecimientos nos llevaron al día de hoy.

Hubo un momento de miedos y dudas. Estábamos por arrojarnos al vacío, todos juntos, temerosos de profundidad. Nadie sabía qué cosa esperar de nuestro salto.

¿Era posible, realista, intentar un nuevo proyecto? ¿En verdad se justificaba? ¿Qué pasará con estas aulas?

Creo, como alumno que soy, que estamos obligados a participar de nuestra enseñanza. Tenemos derecho a expresar opiniones, a cuestionar decisiones impuestas, a evaluar a nuestras autoridades y a nuestros maestros. A exigir. En esta escuela es evidente que la opinión de los alumnos no importa. No podíamos continuar pasivamente. No creemos que las calificaciones y el diploma nos transformen en escritores. Hace falta un salto. Una iniciación. De eso trata precisamente la nueva escuela.

Jung nos enseñó algo sobre la sincronía. Los acontecimientos suceden, van engarzándose, nos llevan a presenciar la magia de las acciones.

"El universo conspira a favor de quienes deben encontrarse".

Dejamos una patria autoritaria, amada en otro tiempo. Entendemos que para nacer hay que romper con un mundo. Una parte importante de la Escuela se va. Queda otra. Encuentro las razones de quienes se quedan tan legítimas como las mías. Un Cisma expresa que lo mejor siempre será enemigo de lo bueno. Un Cisma abre las puertas a los anhelos y ambiciones varados en el agua estanca de los prejuicios y el pasado. Un cisma es un proceso de adición.

Quienes se quedan, tendrán que enfrentar graves retos. Subrayo que deberán contar con un reglamento interno que resguarde a la escuela de los conflictos políticos de la dirigencia. Nosotros tendremos que abonar a esa misma causa en un terreno nuevo.

En estos días la iniciación se encuentra en todas partes, cantándola cada esfinge, hemos aceptado responder al reto. Queremos crecer.

Los alumnos crearemos escuela.

Alumnos y maestros, hoy, estamos formando escuela. Aquí reunidos, participamos de nuestro nacimiento colectivo. Nos hemos hecho escritores de nuestro destino.

Estamos asumiendo los poderes que nos son brindados.



viernes, enero 22, 2010

Poesía como cura del alma


A del Toro Huerta


¿Existe la creación poética? Ilustro esta pregunta con un recuerdo presente: Hace algún tiempo dije a un amigo que me gustaría creer en Dios. Su existencia me ahorraría muchos problemas. Mi amigo respondió con un gesto lleno de sentido: “A mí para creer me basta con mirar a mi alrededor”.


Gastón Bachelard, filósofo de la ciencia, abordó la creación poética a partir de un análisis fenomenológico, el cual le permitió observar lo primigenio del hecho. En la Poética del espacio (1957) y en la Poética de la Ensoñación (1960) puede el lector, guiado por este maestro, contemplar la poesía como una voz perteneciente a todos y que en su escucha no solo nos transforma: defenderé que puede llegar a curarnos.


En Bachelard encuentro una defensa de la creación poética que comparte la naturaleza existencial de la defensa de mi amigo a la presencia del creador: no hace falta sino vivir el poema en sus repercusiones lingüísticas -y por tanto físicas- para entenderlo como algo más que un artefacto de la vanidad y el ocio o como el simple producto de un recuerdo: tal creación hace eco inmediato en la subjetividad de quien lo lee o lo escucha, de quien al musitar cada una de sus formas y extremidades, se baña en sus palabras transformándose, a la manera de un bautismo.


Gastón Bachelard inicia su análisis rechazando los psicologismos que intentan explicar las imágenes del poeta recurriendo a sus antecedentes. “El poeta no me confiere el pasado de su imagen y, sin embargo, esta arraiga enseguida en mí”. Gran argumento contra los reduccionismos psicológicos pues, aún careciendo de los recuerdos del poeta, puede el escucha atender al poema como a una voz que le habla muy profundamente y le interpela de manera directa. Y aún más allá: al acrecentar la conciencia y el ser del lector, la frase poética nos remitirá a la cuestión de si un alma puede intentar salvarse a sí misma. En un mundo de energías volcadas al crecimiento material ¿qué puede hacer la poesía por el hombre?


La creación poética no es una invención, producto del poeta. Sostener tal afirmación sería no solamente ir contra la tradición, la cual hace de la musa y de la inspiración el verdadero origen del arte, sino desatender al fenómeno mismo: si bien el artista es una escucha privilegiada, no es su voz la que nos habla: se trata de la voz, y su existencia mantiene a la poesía lejos de servir de objeto a interpretaciones estructuralistas, corrientes de pensamiento que niegan la existencia del individuo como agente de cambio, de un espacio para el sujeto, para su “ser” más allá de las ciegas fuerzas sociales y estructurales que comandan sus decisiones.


En la tradición de la poesía tampoco existe un sujeto creador: tenemos a las musas. El poeta es solamente la vía de su expresión. Y el análisis de Bachelard no difiere de la tradición. ¿A quién pertenece la voz escuchada por el poeta? Y aún más ¿Existe entonces el sujeto de una voz propia? Creo que la voz poética tiene como uno de sus resultados más importantes en el sujeto atento, el incremento inmediato de su individualidad.


Bachelard defenderá en la Poética del Espacio que aquello comunicado de un sujeto a otro, son las ensoñaciones de la infancia, y al hablar de ellas debo subrayar un adjetivo: se trata de ensoñaciones de intimidad. ¿Y qué es la intimidad sino el intento de separarnos del colectivo para forjarnos una individualidad distinta de quienes nos rodean?


Toda ensoñación tiene como origen el espacio feliz. Cuando Bachelard se dispone a examinar las imágenes de tal espacio (acercamiento al que propone llamar topofilia) lo hace a partir de cuestionarse cómo las cámaras desaparecidas de nuestra infancia se constituyen en moradas para un pasado inolvidable, espacios a partir de los cuales encontraríamos un principio de integración psicológica: “psicología descriptiva, psicología de las profundidades, psicoanálisis y fenomenología podrían constituir con la casa, ese cuerpo de doctrinas designadas por nosotros bajo el nombre de topoanálisis”. Y recuerda la manera en que C. G. Jung, en sus Ensayos de psicología analítica, pide a su lector considerar esta comparación: "Tenemos que descubrir un edificio y explicarlo: su pico superior ha sido construido en el siglo XIX, la planta baja data del XVI y un examen minucioso de la construcción demuestra que se erigió sobre una torre del siglo II. En los sótanos descubrimos cimientos romanos, y debajo de éstos se encuentra una gruta llena de escombros sobre el suelo de la cual se descubren en la capa superior herramientas de sílex, y en las capas más profundas restos de fauna glaciar. Ésta sería más o menos la estructura de nuestra alma". Si bien la metáfora geológica es una invención de Freud para explicar la psique, esta variación nos remite a nuestra morada infantil, símbolo de los espacios creados y recreados durante la construcción de nuestra alma. Y debido a la fuerza de esta identificación Bachelard afirma: “en los poemas, tal vez más que en los recuerdos, llegamos al fondo poético del espacio de la casa. En esas condiciones, si nos preguntaran cuál es su beneficio más precioso, diríamos: la casa alberga el ensueño, protege al soñador, nos permite soñar en paz”. Por tanto la casa es uno de los mayores poderes de integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre: “Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna”.


De acuerdo a Bachelard debemos decir de los espacios de nuestra infancia lo suficiente para ponernos en situación onírica, a partir de lo cual nuestras palabras contengan algunas sonoridades auténticas, voz lejana de nosotros mismos a ser escuchada por quienes la atiendan, al fondo de su propia memoria. Entonces, cuando es un poeta quien habla, el alma del lector resuena, conoce esa resonancia: “tiene sentido decir, en el plano de una filosofía de la literatura y de la poesía, que se "escribe un cuarto", se "lee un cuarto", se "lee una casa". Así, rápidamente, a las primeras palabras, a la primera abertura poética, el lector que "lee un cuarto", suspende la lectura y empieza a pensar en alguna antigua morada”.


La casa natal es más que un cuerpo de vivienda, es un cuerpo de sueño y de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad, sin la cuál nos veríamos expuestos al terror antropo-cósmico, eco del hombre en situaciones primitivas. Si la poesía es ensueño, y éste tiene su bastión en la casa de la infancia, es porque en ella el poeta se ha forjado sujeto, erigido la capacidad de defender su ensueño de las ruedas realidades. “En la casa misma, en la sala familiar, un soñador de refugios sueña en la choza, en el nido, en rincones donde quisiera agazaparse como un animal en su guarida”, refugio en donde el niño conduce su ensueño de intimidad, lugar en el cual puede ser, crearse un individuo distinto al de su familia, de los adultos deseantes de transformarlo en prolongación de sus identidades.


Y es aquí donde la pregunta ¿Puede un alma intentar salvarse a sí misma? cobra sentido pleno: en el marco de un diálogo constante con el psicoanálisis, con el que Bachelard mantiene cierto conflicto cuando el primero intenta reducir la imagen poética a una simple sublimación de deseos inconcientes, la pregunta no es del todo ociosa. Después de todo, la ciencia desarrollada por Freud tiene como misión liberar al alma de sus problemáticas asfixiantes, de los deseos de los otros. Partiendo de la base de un inconciente irreductible, Freud quizá respondería que todo intento del alma para salvarse a sí misma la hundiría aún más.


Aunque no todo mundo necesita un psicoanálisis, método para curar las almas invadidas por deseos ajenos con un pie puesto al cuello de los propios, debe considerarse que la humanidad misma permanece insuficientemente individualizada. Necesitar del reconocimiento-servidumbre ajena para la propia dicha, más allá de la necesaria comunicación y enriquecimiento a partir del intercambio, es el principal síntoma de la enfermedad del colectivo, agravada terriblemente por el empuje materialista y de consumo. Una sociedad de filósofos era el sueño de Platón (y de Sócrates): hombres y mujeres felices que de aquello que se ofrece en los mercados no necesitaran gran cosa. Un mundo de poetas.


La imagen poética escuchada por el poeta y transmitida a sus escuchas atentos, tendría la naturaleza de una revelación: creación primigenia, libre de todo pasado. En su presente inefable no existen deudas por cubrir: se trata de un nuevo comienzo a la manera del super hombre que cobra conciencia de que ningún pasado puede atarle. Y si vivir la poesía es una toma de conciencia, debe existir por fuerza un crecimiento del ser, donde se vislumbra la capacidad humana para alcanzar la cura del alma. Pienso esto al modo en que Nietzsche pensaba la tragedia: en su época, los estudiosos se preguntaban las razones por las cuales sólo entre los griegos la misma tuvo lugar como una institución de concursos y representaciones en las que participaron Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre otros. Nietzsche respondió que la tragedia tenía como objetivo que los ciudadanos de la polis afrontaran la única verdad cierta entre los hombres: la muerte. La tragedia posibilitó a los griegos avanzar hacia un conocimiento profundo de la existencia humana. Pero soportar una representación trágica sólo era posible gracias a que los coristas cantaban y atenuaban el sentimiento trágico de la obra. Cuando Eurípides innovó la técnica representativa eliminando el Coro y desarrollando algo más parecido al teatro, condenó a la Tragedia a la extinción.


Pero entre nosotros aún existe la poesía (y el psicoanálisis). Para Gastón Bachelard el poeta puede despertar conciencia con imágenes. Una ensoñación no se cuenta, se escribe, se lee, se repite y resuena en nosotros, nos comunica. El amor sería en consecuencia el contacto de dos poesías, dos ensoñaciones: existe el amor escrito. Y es aquí donde encontramos en Bachelard la consideración más importante, la que nos hace afirmar la cura a través de la poesía: la imaginación intenta un futuro, factor de imprudencia que nos aleja “de las pesadas estabilidades”. Hipótesis de vidas que amplían la nuestra poniéndonos en confianza dentro del universo pues, en un mundo que nace de él, el hombre puede llegar a ser libre (ya lo había enunciado Giovanni Pico de la Mirándola).


Es la poesía la llamada a llenar el lugar de la tragedia y a encararla, lo cual brindará al hombre el entendimiento de nuestra condición: todo hombre es un nosotros y las vivencias de los poetas, al repercutir el alma y transformarla, iluminan el camino que otros han recorrido para concebir entre la vida y la muerte, la vivencia del disfrute y regocijo de la existencia. La visión del placer y del dolor, del sacrificio pagado por ser y la reconciliación con la muerte. Y aún más allá: si tal como señala Bachelard, la imaginación poética es el factor de imprudencia que nos aleja de las pesadas estabilidades y produce hipótesis de vidas que amplían la nuestra poniéndonos en confianza con el universo, la poesía elevada a categoría de enseñanza colectiva es el medio para lograr al super hombre, no aquel pensado por Nietzsche desprendido de todo y de todos, sino uno que escuche la voz y comprenda su sentido al comunicarse con las cosas del mundo. Esa voz cuyo origen se nos escapa, pero que ha estado hablando y fijando la justicia de los lugares distintos desde que el mundo es mundo, lugares donde las almas pueden desarrollarse y hacerse libres. Un reencantamiento de los hechos más allá del bienestar material brindado por la ciencia. Tierra de hiperbóreos surrealistas, donde se haya alcanzado el equilibrio y el gozo de la poesía, “ese No Yo mío que me permite ser feliz, liberado de la función de lo real”.


(Este ensayo lo elaboré para la estupenda clase de Maricruz Patiño, poeta).


Mi poética


Para alguien que se acerca a la poesía como a una experiencia nueva y recién descubierta, es conveniente saber que deberá abordarla a la manera de quien vislumbra un momento de su pasado. Se trata de un educarse en volver a los caminos explorados en lo más antiguo de la niñez, cuando el asombro frente a un mundo mágico nos enfrentaba una y otra vez y nos hacía conmovernos en risa y llanto. La poesía es una condición necesaria para el asombro y el asombro mismo: se trata de un profundo cuestionamiento a lo aprendido para estar en condiciones de vislumbrar conexiones nuevas entre los objetos del mundo.


Los seres humanos contamos con un acceso privilegiado a tales objetos y cadenas de objetos a través del lenguaje. Respecto a este tesoro de significados y significantes intuidos de una y mil maneras, la humanidad ha construido y disertado conocimiento acumulado a partir de la lógica, retórica y gramática, semiótica o a la lingüística. Pero el lenguaje no es el mundo: el mundo queda más allá de toda representación.


La poesía no es el lenguaje sino algo anterior a él: es una manera de experimentarlo relacionándolo con las experiencias fundamentales de la vida, anteriores a las palabras. Si el lenguaje tiene en parte la misión de delimitar, nombrar y al enunciar subrayar y dividir, la poesía buscaría más bien lo contrario: encadenar y mostrar relaciones nuevas entre seres y objetos hace tiempo olvidadas por el efecto del significado. La poesía sería en consecuencia una rebeldía respecto a la lengua y por tanto frente al mundo por dicha lengua ordenado, pero al mismo tiempo, su coronación: es lo que haría del lenguaje y del mundo la experiencia más humana posible, construcción que nombra y derriba, que nos devuelve al asombro, a lo innombrado e inefable, a la verdad que se esconde tras la división del mundo en objetos, seres e individuos, a la magia de lo unido, del mar, del sexo, de la muerte, de lo uno. Experiencia que une muerte y vida.


Si bien la poesía queda al alcance de todos, un mundo jerarquizado y ordenado que borra el asombro limita el goce a quienes no han olvidado que fueron tocados por la poesía alguna vez. En consecuencia, todo escritor debe transmitir mediante su obra que la poesía se encuentra en todos los hombres y que cada ser humano es un artista en potencia. Para ello manifiesto lo siguiente:

He decidido escribir con ojos de profeta acechado al mundo: mi enunciado poético se encuentra inmerso en la mirada que devuelvo, en las imágenes que comparto y en las frases que intuyo y nombro: Cada una de nuestras vidas es una obra de arte.